La Motivación

La motivación es un tema que preocupa a todo el mundo. A padres, profesores, psicólogos, empresarios, comerciantes, políticos. Todos deseamos motivar a alguien o que alguien nos motive.  ¿En qué consiste este fenómeno tan omnipresente?

Llamamos “motivación” a la energía que mueve y dirige nuestro comportamiento. De ella depende nuestro ánimo y nuestro interés. Con razón la damos tanta importancia. Y por ello es tan importante saber cómo funciona. Es una noción aparentemente clara pero, sin embargo, muy compleja. Por experiencia sabemos que no es nada fácil motivar o motivarnos. Me gusta poner como ejemplo el hacer ejercicio o seguir un régimen de adelgazamiento. Quien lo emprende está seguro de los beneficios que ambas cosas reportan, pero eso no elimina las dificultades. Comenzamos con entusiasmo y luego nos cansamos, nos aburrimos, lo aplazamos, encontramos excusas para no hacerlo. Esta es la cara oscura de la motivación.

¿Cómo podemos motivar a nuestros hijos? ¿Cómo conseguir que ellos mismos se motiven? Al intentar responder a estas preguntas, inevitablemente nos volvemos sobre nosotros mismos, para preguntarnos. ¿cómo podría motivarme yo cuando estoy aburrid@, desanimad@, desesperanzad@?

Salvo niños especialmente apáticos o pasivos –y de esos también hablamos-  los niños están siempre motivados, pero ¡ay! no para lo que nosotros queremos que lo estén. Ellos quieren jugar, desordenar, moverse, ser independientes, pero nosotros queremos que estudien, ordenen,  estén quietos y sean obedientes. En suma, queremos que se interesen por cosas que nos interesan a nosotros, no a ellos. Cosas que  son buenas para ellos -como para nosotros es bueno hacer ejercicio o adelgazar- pero que  resultan costosas y poco atrayentes -como hacer ejercicio o adelgazar.

Esa transferencia de interés, que exige tenacidad, ingenio y astucia,  forma parte esencial de la tarea educativa. Es una mezcla de seducción y de coacción.

La “motivación de inicio”, es decir, la decisión de comenzar algo, y la “motivación para continuar la tarea”, o sea, la capacidad para soportar el esfuerzo y el fracaso a veces. El ánimo para hacer proyectos, el entusiasmo por las cosas, la perseverancia para superar las dificultades, son   hábitos que debemos fomentar en nuestros niños y adolescentes.

Lo importante es “tener ganas de hacer algo”.

Olvidan que hay muchas cosas que hacemos sin tener ganas de hacerlas, y que eso también deben aprenderlo nuestros hijos. ¿Qué fuerza nos impulsa en esos casos? Solemos llamarla “sentido del deber”. Durante siglos fue el centro de la educación, pero ahora lo hemos olvidado y por eso estamos tan descentrados. Conviene recuperarlo. Es estupendo hacer las cosas por entusiasmo, por gusto, pero cuando no sucede así, habrá que hacerlas porque es nuestra obligación

0 Comments: